Un sábado, uno de los 52 que hay a lo largo del año, vamos uno cualquiera. Cuatro amigos, de los muchos o pocos que cada uno pueda tener, pero en este caso cuatro buenos amigos, de esos auténticos que tienes, amigos que igual no son especiales por las veces que se ven, sino por la calidad de las veces en las que se juntan.
Un día de lluvia, de esos días otoñales de nuestra querida tierra donde todo es lluvia. Y frío... pero sobre todo lluvia.
Para cualquier persona de Reinosa para abajo igual es de difícil comprensión que se reúnan unos amigos para pasar una mañana entera al aire libre lloviendo. Pero eso forma parte de nuestro carácter norteño. Ese carácter es el que nos hace no tener miedo a las inclemencias meteorológicas. Y es que lo fácil es quedarse en casa y ver llover desde la ventana. Pero si hiciéramos eso, nos perderíamos algún que otro placer que nos ofrece esta vida.
Y el golf... No sólo un deporte, sino una excusa para encontrarse y disfrutar.
Un sábado lluvioso y cuatro amigos jugando al golf.
Ese es el comienzo...
Comillas se convierte en el primer encuentro, un café, algo de conversación y una idea... Jugar al golf pase lo que pase. Y lo que pasa es la lluvia, nuestra amiga. pero a pesar de todo hemos venido a jugar y duda que nadie se niegue a intentarlo.
Y a las 10 nos llaman locos... Pero acaso se piensan que estamos cuerdos? Claro que estamos locos. Y sino a quien se le ocurre salir a jugar con ese tiempo tan maravillosamente asqueroso. ¿Todos con licencia, verdad? Por supuesto, todos con licencia, ya sabemos que sin ella no se puede salir al campo. Menudas preguntas hacen... Una mentira siempre es mentira, aunque sea de esas piadosas, pero acaso al mentiroso le importó cometer tal tropelía? Yo dirían que no.
Y sin darte cuenta en el tee del hoyo 1. Y con nervios, siempre el primer golpe es complicado, en frío, y con frío. Pero se da el golpe y allí empezó nuestra partida, con 4 golpes, que al final da igual que sean buenos o malos.
Y llovía y llovía, tanto que en el hoyo tres estábamos empapados. Pero es el 3 un hoyo fácil, dicen los maestros que el hoyo del alivio. Y vaya si nos aliviamos... unos golpeando a la derecha, otros a la izquierda y otros a la palmera. Y menudo alivio...
El 4, el 5, el 6. Espera... el 5! largo, húmedo y muy largo. Madera-playa, madera -playa. Hierro-playa. Difícil, pero divertido cuando ves que a los otros se les va la bola a la playa. Y a ti no.
Que buen golpe Martín!
Hoyo tras hoyo llegamos al 6, mi favorito. Bola por encima de los árboles. Y allí después de pasar los pinos llegan las dudas. Yo me la voy a jugar... un sand por encima de las ramas. El maestro me dice que un 3 por bajo. Al final me arriesgo al sand y aunque vuela por encima de las ramas, el golpe no sale como me hubiera gustado, y el maestro me enseña. Y yo ya sé que hacer la próxima vez.
7 y 8 y empate! El 9 decide. Como si de un desempate de gran slam se tratase, los nervios arrecian igual que esa lluvia que en ningún momento nos ha dejado de acompañar. Sale Álvaro, como siempre. Después Luis, y un golpe fantástico. Difícil de superar por Martín. Y se coloca en el tee, y ensaya el golpe, y mira la bola de Luis. Y ensaya el golpe, y mira el green que es donde quiere mandar su bola. Y ensaya... y nosotros esperamos entendiendo que la situación es difícil. Hasta a mí me entran nervios. La última vez que sentí algo similar fue en le bola que falló Sergio García en el último Brittish.
Y lanza la bola... Vuelo perfecto y baja, baja y se queda muy lejos del green. Buen golpe pero corto. Y las espadas se quedan en todo lo alto. Lo que Álvaro y yo hiciéramos se queda sin importancia, sólo importa el partido por el segundo lugar. Todo tiene que ser competición, y así debe ser. Y la competición estaba por el segundo lugar. El primero estaba adjudicado desde el 2 hoyo, y el 4 también desde el hoyo 7. Allí me quedé sin posibilidades. Así que ahora me tocaba ser testigo de excepción, y agradecí que así fuera.
Segundo golpe y green, sólo era cuestión de puntería, nervios y oficio. Y ahí ganó Luis. Por un golpe o por dos, éso es lo de menos.
Saludos, foto de rigor, felicitaciones a los tres maestros y a la casa club.
Mojados hasta los huesos no hubo segunda vuelta. Ya habíamos disfrutado y preferíamos comer.
Porque, qué sería del golf sin una buena comida?
Nada? Sería una partida de golf, pero se quedaría pobre. La comida de después consigue sacar risas y anécdotas. Nuestra filosofía desde hace muchos años es la comida y la amistad en torno a la mesa. para qué romper esa filosofía.
Y después la entrega de premios. Y no os sorprendáis que hubiera premios. En todas las grandes competiciones hay premios, y en ésta no iba a ser menos. Pero la organización estimó que aunque había una clasificación, los 4 competidores se habían merecido los mismos regalos.
Y después la entrega de premios. Y no os sorprendáis que hubiera premios. En todas las grandes competiciones hay premios, y en ésta no iba a ser menos. Pero la organización estimó que aunque había una clasificación, los 4 competidores se habían merecido los mismos regalos.
No obstante, los 4 habíamos sido los campeones. Cada uno a su manera habíamos sido Grandes campeones.
Y así transcurrió esta maravillosa jornada, sólo inicio de todo lo que nos falta por vivir. Pero esa será una nueva historia que empezaremos a escribirla con la Lotería de Navidad el próximo 22 de Diciembre.
Allí estaremos y allí nos veremos...
Fuerza y Honor
1 comentario:
Impresionante el relato Tomás, yo no lo hubiera hecho mejor.
Yo también pense que estabamos locos, al ir hacia el tee del 1, pero con el Nin, nunca hay lugar a la duda, "palante", la verdad es que después de 5 hoyos se te olvida que estás mojado, si no fuera porque en los dos últimos hoyos me quede sin fuerza en las manos de lo heladas que las tenía.
Pero todo eso se recuerda con alegría, y la sabana de después, (también llamada escalope) y su compaño (anecdotas) merecen y mucho la pena, y no quiero pensar lo que recordaría si nos hubieramos dado la vuelta sin jugar.
En fin, espero que sea una de tantas, y que el gafe de Alvarito deje de hacer efecto, siempre que viene a Oyambre llueve.
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